La Luz en el camino

 Como casi todas las noches, a eso de las 11, me encuentro paseando a mis dos fieles amigos, Obi Wan y Luke. El principio del camino es el mismo, paseo hasta la rotonda del hotel y una vez allí, decidimos que hacemos, paseo largo, corto o liada absoluta de más de 30 minutos recorriendo gran parte del pueblo.

 Doblo la esquina y enfilo la cuesta que me lleva a la rotonda, nada nuevo, esta noche sí, es especial, alguien me quiere saludar y decirme que está ahí, como siempre ha estado.

 La subida hasta la rotonda está iluminada por unas farolas, que desde hace un tiempo desprenden una luz amarillenta bastante agradable a la vista. Los perretes siguen a lo suyo, oliendo, marcando, cosas de perros. Obi Wan anda un poco más “cabreado” ya que no le gusta ir atado, es un espíritu libre y siempre que puedo le permito, quizá, más de la cuenta, pero es que soy así de blando y más desde que esta enfermo.

 Todas las farolas funcionan, sigo caminando, y de repente dos de ellas, justo enfrente de la entrada del hotel, se ponen a parpadear, no le doy mayor importancia, y sigo mi camino, al dejar atrás la primera deja de parpadear, se me erizan los pelos de todo el cuerpo y una sensación agradable recorre mi cuerpo.

 La siguiente sigue parpadeando, paso junto a ella, y tras unos pasos, e intentar mentalmente apagarla, si puede que esté un poco loco, termina por apagarse unos pocos segundos después. Sigo el paseo una cierta sensación de tristeza me embriaga, son días complicados en el trabajo y lo asocio a ello.

 Al día siguiente mientras repaso mis redes sociales, un recuerdo de Facebook hace que puzzle se complete, me recuerda que hace ya 7 años que te fuiste y que esa noche me querías recordar que seguías conmigo, algo que ningún día pongo en duda, mi ángel de la guardia.

 La Puppele, como le gustaba que la llamaran de forma jocosa, era así, imprevisible, pero siempre pendiente de sus pollitos, un ángel de la guardia eterno, vigilante en todo momento.

 Añadiendo más piezas al puzzle, escribo esto, como no, en un avión de camino a Málaga, donde vivía mientras ella cubría sus últimos días en este planeta, se me caen las lágrimas mientras consuelo a la chica que tengo al lado, tiene miedo a volar y no está disfrutando del vuelo, menos aún cuando el avión lleva un buen rato dando saltitos en una capita de nubes.

 No te preocupes mamá, estoy bien, sigo luchando contra todo, cual Quijote, como siempre he hecho y seguiré haciendo, porque al final, los objetivos difíciles son los que más me motivan, como siempre nos enseñaste, siempre hacia adelante, y como dicen en mi nueva tierra de adopción sin reblar.

Nota: Como has podido comprobar es un artículo muy, pero que muy personal, ya sabes, querido lector, que parte de la construcción de este blog tiene un componente de autoayuda para mi, y para dar rienda suelta a muchos sentimientos que de palabra soy absolutamente incapaz de transmitir. Gracias

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